Solano y el español de su tiempo[1]

IDIOMA Y ESTILO 1744

Cerramos la parte de Solano en esta diminuta serie sobre nuestros “150 años de lingüística” con la lista por él elaborada de “neologismos y locuciones viciosas” en boga o en trámite -legal o ilegal- de pasaporte de su tiempo. Transcurridos 122 años desde que la hizo, resulta revelador ver cuantos de esos usos, entonces neológicos, acaso malsonantes, fueron expulsados de la lengua y cuantos terminaron aclimatándose. Aquí va la anunciada lista de Solano:

basado, basar: “Muchos dicen basado, basar, del verbo francés baser, que significa apoyar, o poner sobre una basa; figuradamente, apoyar, sostener a uno, estribar”.

(El uso es ahora perfectamente legítimo en español. Y si se mira el Diccionario oficial se halla que basar se lo hace derivar de base, y a base, del latín basis y el griego BASIS).

ocuparse de: “Ocuparse de… que leo en casi todos nuestros escritos. El francés dice s´occuper de…, y el castellano ocuparse en”.

(Igual pensaba el ilustre don Vicente Salvá. En la lista de dicciones que requieren una posición especial -es decir, la tan laboriosa cuestión del “régimen”-, trata así el pronominal “ocuparse”: “Ocuparse en el dibujo. (Un escritor dotado de tan ventajosas calidades no se ocupase exclusivamente de ellas, leo en la introducción a la poesía castellana del siglo XVIII; lo cual tengo por un evidente galicismo). En dibujar”.

¿Y actualmente qué pasa? ¿Ha escuchado algún lector que en la televisión (que impone el habla media del ecuatoriano medio, esa especie de “lingua franca” latinoamericana) un personaje le diga a otro “ocúpate de ello”? Al espectador medio hasta le sonaría mal aquello. Ha llegado la hora -lamentable cosa- en que los usos idiomáticos especialmente buenos suenan mal…).

emprender en: “Emprender en… he visto en muchos impresos ecuatorianos. Emprender es verbo activo, y por consiguiente rige acusativo, como emprender la composición del camino de Guayaquil; esto es, comenzar la composición, etc.”

(Ni Salvá, ni la Academia reconocieron nunca el régimen “en”. Con decir “emprendió la construcción de su casa”, está todo dicho suficientemente. En cuanto al monumental y definitivo “Diccionario de Construcción y Régimen de la Lengua Castellana”, sabido es que su autor no lo llevó sino hasta el final de la letra “D”. Pero lingüistas del Caro y Cuervo han hecho avanzar la empresa una legra más, la “E”, y a “emprender” le han dado trece columnas, tan apretadas como son las del “Diccionario”. Hay allí cientos de usos de “emprender” con ejemplos de buenos escritores. Casi siempre hallamos el “emprender” con acusativo. Pero se notan también usos, raros, del verbo con “a” y un infinitivo: “… cuya rebelión emprende a escribir…” (Coloma); con “de”, en igual uso, “emprendió de discurrir y conquistar muchas provincias” (Mariana). En cuanto al famoso emprender en, solo se lo anota una vez, cuando se trata del fuego: “El fuego que se hace al pie de un pino, a cualquier vientecillo que se levanta emprende en el tronco…” (Márquez). Está claro que este no es el sentido en que Solano se refirió a emprender. Así que el tiempo ha dado la razón al fraile cuencano y deberíamos dejarnos de emprender con el innecesario “en”).

un porción:Un porción vino con los soldados colombianos. Las señoritas a quienes éstos visitaban, se aprovecharon más que nadie de un porción. ¡Cuántas molestias nos causaban con un porción de ridiculeces, un porción de majaderías, un porción de disparates! El tiempo, que todo lo muda, ha ido colocando una porción antigua en lugar de un porción de moda. No obstante, uno que otro no deja todavía esta expresión pecadora”.

(He aquí un caso en que la obra de sanidad que cumplía Solano dio la puntilla al disparate idiomático. Y buena muestra del sentido y posibilidades de artículos como los que escribía el fraile en su Escoba. Hay quienes, por dárselas de liberales o de revolucionarios o yo qué sé de qué, piensan que escribir cosas de esta laya es poco menos que querer fungir de inquisidores, en algo tan libre, tan móvil, tan popular, como es la lengua. Pero no reparan en que esta suerte de “inquisición” que sea, no va contra la naturaleza de la lengua ni su uso popular, sino contra los manejos obscuros, inescrupulosos al menos, que de esa lengua popular quieren hacer grandes empresas colonialistas o mercantilistas; en todo caso absolutamente filisteas. ¿O es que piensan, ellos, tan revolucionarios, que hay que dejar al pueblo librado a que le impongan nuevos usos lingüísticos, a menudo tan ajenos al español, tan torpes, las seriales televisivas norteamericanas traducidas por cubanos de Miami y los comics a lo Mandrake, Pato Donald y Cia?).

[1] Artículo publicado en Expreso, 30/05/1980, P. 6

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