Miguel Riofrío y la gramática
Idioma y estilo 1752
Avancemos un paso más en esta pequeña serie de “150 años de lingüística en el Ecuador”, homenaje al siglo y medio de nuestro vivir republicano. Para terminar la parte de Riofrío nos resta su gramática.
Porque “Correcciones de defectos del lenguaje” (ver artículos 1751, 1752 y 1756), a pesar de ser un texto tan breve, atiende a asuntos de gramaticales.
Y lo hace de modo ejemplar: muy seguro, muy al día. Riofrío ha comprendido toda la importancia de las ideas gramaticales de Bello –que el conservadorismo gramatical de España y América o ignora o rechaza–, y en Bello se apoya, como en la más firme autoridad.
A propósito de un asunto de acentuación gráfica que preocupaba en el tiempo (y ahora está completamente superado), el lingüista ecuatoriano expresa sin reticencias su criterio frente a las innovaciones del maestro:
Parece abolido en gran parte de nuestros diarios el acento que la Academia prescribe se ponga sobre la penúltima vocal de la primera persona del plural del perfecto indicativo de los verbos de la primera y tercera conjugación, v. gr. Cantámos, Combatímos, para que no se confundan con la primera persona del plural del presente indicativo. En esto quizá se siga el ejemplo de Bello, que tampoco acentúa dichas personas; pero seguir a este respetable maestro en eso de abolir una práctica que tiene su razón de ser, y no seguirlo en otras reformas por no apartarnos de las prácticas autorizadas por la Academia, es obrar sin sistema.
Para Riofrío, pues, “obrar con sistema” era seguir a Bello en todo cuanto fuese razonable, aunque se tratase de reformas. Y es lo que él hizo, al menos en esos puntos fundamentales a los que, de acuerdo con la naturaleza de su manual, se aproximó.
Y, como “quien a buen árbol se arrima…”, el librito de Riofrío nos da lecciones hasta ahora perfectamente vigentes (y por supuesto, tan útiles como en aquel 1874, hace poco más de un siglo).
Así sobre el adonde, que tan pocas gentes entre nosotros usan con seguridad y a gusto (y no se digan las seriales televisivas traducidas por gusanos, en las cuales parece que se teme o aborrece el castellano adonde y se lo reemplaza, de modo estúpido, por “con”: en lugar de decir “voy adonde el doctor”, dicen “voy con el doctor”). Y, claro, no se sabe si se trata de un “ir adonde el doctor” –cosa de dirección– o de “ir con el doctor” – cosa de compañía–, y hay que sacarlo por el contexto. Y a veces la cosa se pone obscura. Pero, como, por otra parte, en esas seriales no hay nada que merezca la pena de ser entenido…). Siguiendo a Bello, Riofrío establece:
“Dícese adonde con movimiento, y adonde si él”
Y prosigue:
En el Perú, este adonde como una sola palabra, se confunde con las dos palabras a donde. Para que se haga distinción, continuaremos con la doctrina de Bello: “Donde entra como elemento en los adverbios compuestos, adonde, endonde, dedonde, pordonde, los cuales es necesario distinguir de las frases en que donde lleva envuelto su antecedente, que es el término de la proposición”.
Los ejemplos de Bello lo aclaran:
“Estaba emboscado el enemigo en la selva adonde nos encaminábamos”. Selva a donde equivale a selva a la cual.
“Nos acercábamos a donde estaba emboscado el enemigo”. A donde equivale a al lugar donde.
Otra lección muy digna de tenerse en cuenta es la del gerundio. Otra vez Riofrío se apoya en Bello:
Se tiene generalmente poco cuidado en usar bien este derivado verbal, y no será inoportuno copiar aquí la doctrina y una censura de Bello: “El tiempo significado por el gerundio coexiste con el verbo a que se refiere o es inmediatamente anterior a él”.
En un escritor altamente estimable, leemos: “Las tropas se hicieron fuertes en un convento, teniendo pronto que rendirse”. El tener que rendirse, es por la naturaleza de la construcción, anterior o coexistente a lo menos, respecto de hacerse fuertes, debiendo ser al revés. El orden natural de estas acciones y la propiedad del gerundio exigían más bien: Haciéndose fuertes en un convento tuvieron pronto que rendirse. No es a propósito el gerundio para significar consecuencias o efectos, sino las ideas contrarias”.
Y así de claro, sólido y al día, en los otros puntos gramaticales que podían ofrecer dificultad en el habla de todos los días.